Pareciera que al
régimen de Nicolás Maduro se le olvido aquello de que “quien tenga oídos que
escuche, quien tenga ojos que vea”, debido a que su gobierno no vea el desastre
económico, social y político que ha ocasionado y se niega a escuchar los
reclamos que el ciudadano de a pie le hacen desde todos los rincones de la
nación.
El régimen no
comprende que los males que azotan al país nacen de las desacertadas políticas
económicas que han impulsado desde Miraflores. Los venezolanos dejamos de vivir
para poder sobrevivir en medio de la vorágine política más intensa de la que se
tenga memoria.
No obstante ante
esto el régimen se hace el ciego y el sordo. Basta con ir a cualquier sector de
nuestra Barcelona, o de cualquier otro lugar de Venezuela, para percibir un abanico de graves y
complejos problemas sociales. La
inseguridad, la desnutrición, la falta de servicios de primera necesidad, el
desempleo, la escasez, son parte de los problemas que se escuchan en la calle.
Mientras el
ciudadano pasa hambre por la inflación y el desabastecimiento los voceros del
régimen aparecen en las pantallas de la televisión manejando cifras que la
gente no entiende, y no por la complejidad de los anuncios sino por el
surrealismo que dibujan las declaraciones oficiales.
A veces solemos
preguntarnos frente al televisor ¿en qué país viven la gente del Psuv? ¿Será
que ellos no visitan los barrios y las urbanizaciones de clase media? ¿Será que
ellos no salen de las refinadas residencias de las zonas más exclusivas donde
se han mudado después de 15 años de destruir al país?
Ante esta
desconexión entre la cúpula del régimen y lo que está sucediendo aguas abajo en
nuestro país podemos afirmar que a Nicolás Maduro se le perdió la brújula, si
es que alguna vez la llegó a tener.
La realidad
nacional, llena de sinsabores económicos y sociales, se mantendrá igual
mientras que el Gobierno no se dé un baño de realidad y de pueblo, porque en
este momento en Miraflores viven divorciados de los que acontece día a día en
los abastos, supermercados, en las farmacias y en nuestras comunidades
populares.
Al régimen no sólo
lo abandonó la calle, sino que se divorció plenamente de ésta.
Maduro y compañía
no quieren escuchar la calle, niegan la realidad y neciamente tratan de
ocultarla debajo de un manto de mentiras difundidas por la red de medios
públicos que emplean cual batería propagandística.
Aunque ellos
traten de negar lo innegable, mientras ellos busquen desesperados de tapar el sol con un dedo, el problema se
mantendrá y peor aún se extenderá y profundizará, lo cual golpeará aún más
fuerte a los venezolanos.
Quien quiera
escuchar que oiga, lo que ocurre en Venezuela es que quienes manejan el Estado
no quieren escuchar, porque saben que escucharán que “esto no lo aguanta nadie”
y que retumbará en sus oídos aquello de: ¡Renuncia Maduro!